La
taberna del músico, así se llamaba el local en el que me
encontraba, un tanto perdida, no obstante algo me hacía sentirme
como en casa, olía a tabaco, el humo era el principal componente de
ese ambiente mágico que había. Era un bar clandestino, pero me
encantaban este tipo de bares. La actuación iba a empezar. El salió
al escenario y yo pedí una copa mientras encendía uno de mis
pitillos, dejándolo marcado de carmín. Comenzó a tocar, su música
era oxígeno para mis oídos. En algún momento de la pieza, levantó
la vista un segundo del violín para otear el bar, no estaba muy
lleno, pero había la suficiente gente como para que mi persona no no
desentonara en el local, no obstante su mirada se paró en mi, solo
una milésima de segundo, aun así, algo en mí supo que me había
reconocido. Al final, entre los aplausos, fui hacia la puerta
trasera, por donde, con certeza saldría. Le esperé en la esquina
este, al lado de los cubos de basura, sabía que no tardaría más de
20 minutos en salir, nunca lo hacía. Todavía alcanzaba a oír los
aplausos que le aclamaban cuando el salió por la ya nombrada puerta.
Andaba, violín en mano. Se acercó a mi, y sin previo aviso me
empotró con la mano libre en la pared, y me besó. Llevaba años
esperando que nuestros labios se tocaran, llevaba años deseando
poder tocarle. Llevaba años deseando que una distancia de 700 Km se
convierta en 7 cm. Llevaba años deseándole a él.
No
habló, no hablé, no hablamos. Solo disfrutamos del momento, el
sabía quién era yo, yo sabía quién era él, las palabras
sobraban. Sin decir palabra me cogió de la mano y caminamos hasta un
pequeño pisito cutre de película, a no más de 5 minutos del local.
Al llegar soltó las cosas y se fué a la cocina, mientras, yo
observaba el apartamento, estaba decorado muy retro, era un loft,
casi sin paredes, todo empapelado con posters, con vinilos y cuadros
de Kandinski, picasso, y otros pintores cuyas obras no acababa de
adjudicar. Por supuesto estaba muy desordenado, había partituras por
los suelos e instrumentos por todos lados, las paredes estaban
cubiertas de un corcho grueso que las insonoriza, y por algún sitio
correteaba un precioso gato gris.
Volvió
de la cocina con dos cubatas naranjas, lo que deduje sería licor 43
con fanta, mi bebida preferida, seguimos sin mediar palabra, tras
coger uno de los vasos, comencé a besarle, intercalando sus húmedos
besos con sorbos del cubata, no me dí cuenta, pero cada vez se
acercaba más a mi, haciéndome retroceder poco a poco, hasta que la
cama me impidió seguir retrocediendo, me tumbó, me quitó el baso
de cubata ya vació y los puso en un rincón. Siguió besándome, se
puso sobe mi y comenzó a quitarme el vestido lentamente mientras yo,
le desabrochaba la camisa poco a poco, era negra, me encantaba con
camisa negra, estaba super sexi. No obstante por mucho que me
gustara, se la quité en menos de 20 segundos, sus pantalones
corrieron la misma suerte, al igual que mi sostén. Vista la
situación, me decidí a tomar el mando y apresándole con mis
piernas le dí la vuelta colocándome yo encima, sonrío, parecía
que le gustaba, comencé a besarle los labios, el cuello, le mordí
la nuez, le besé el pecho, el abdomen, le mordí los pezones, y
seguí bajando hasta llegar a su centro, hasta llegar a ese gran
bulto que sobresalía de sus boxers... sobra decir que aquellas
paredes fueron testigo de aquel acto prohibido. Aquel acto que tras
acabar nos dejo exhaustos, tirados en la cama, abrazados, sudorosos,
cansados, pero sin decir una sola palabra hasta el momento, después
de años, todavía no lo había oído hablar, aunque no esperaba
hacerlo ese día, pues ambos estábamos extasiados, hasta tal punto
que se me cerraban los ojos, poco a poco, pero sin pausa, no
obstante, segundos antes de dormirme me pareció oír una maravillosa
voz que me susurraba al oído...
-Te
quiero princesa.
No
sé si de verdad lo dijo o fueron imaginaciones miás, pero en aquel
momento supe, que cuando muchos años atrás, me dijo que yo no era
''una de cientos'' no mentía...
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Soy
en verdad especial? Soy una de cientos?, no lo sé, aunque quiero
creer que no soy una de cientos.
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