31/8/11

~MI NIÑO (L)!


FRAGMENTOS EXTRAIDOS DEL LIBRO ‘’EL LLANTO DE LAS PALOMAS de Carlos Puerto.

[..]El favorito de Nora había sido desde el primer momento Bruno. Bueno, aparte de Pablo que era algo más que su favorito. Pablo era su deseo. Pero Bruno era la dulzura, en la forma de hablar, de dirigirse a todos, a ella en especial, su acento.
-Hola, mi niña.
En los vestuarios, después de clase, mientras se cambiaban, Nora y Bruno compartieron duchas contiguas. Allí no había distinción de sexos. De haberla habido, como decía Slonoffcon su sempiterna sonrisa ahora aumentada, tendría que haber habido duchas de tres o cuatro categorías, (heteros, gays, lesb, bi...) y esas barreras discriminatorias eran algo que no querían permitirse en su estudio de baile, así como no deberían existir en el mismísimo mundo en el que vivían.
A Nora le encantaba el acento canario de Bruno, sus ojos verdes, su aspecto de eterno desamparo.
-Hola mi niño.
[…]
-¿Estás un poco triste, mi niña, o me lo parece?
Mientras se vestían, Bruno había observado un gesto muy de ella, mordisquearse los labios. Nora lo miró fijamente a los ojos diciéndose que si aquel chico no fuera gay, en esos momentos lo besaría apasionadamente en la boca.
Lo besó, pero suavemente, convencida de que esa una de las pocas personas que la comprendían sin necesidad de palabras.
-He vuelto a discutir con mi madre.
-Pero ¿no se había ido a Alemania?
-Allí está, con su amiguito el matacucarachas ése.
[…]
-Ajá, entonces lo que te molesta es que esté con él.
-Es que es un baboso y mi madre una idiota.
-¿Por qué es un baboso? –preguntó el chico canario, y al no obtener respuesta añadió-: Ya sabes que el amor es bastante idiota y obliga  acometer idioteces.
-Pero, Bruno, ¿qué amor, ni qué amor? Sólo tienen un lío.
-Un lío que, por lo que sé ya dura bastante ¿no?
[…]
-Qué manía tiene Jandro con mi pelo –dijo por decir algo.
-Es muy bonito –replicó Bruno-. Pero a mi lo que más me gusta de ti son tus cejas-. Y nada más decirlo de plantó delante de ella y recorrió cada una de sus dejas con la punta de sus dedos.
[…]
Luego, quedaba Bruno. Tan distinto a todos, tan especial…
Nora volvió a sonreír, esta vez a punto de lanzar una corta carcajada. ¿Acaso de estaba enamorando de Bruno? Sabía que a ella le gustaban los retos aparentemente imposibles, pero ¿no sería ése demasiado imposible? Además, primero tendría que intentarlo con Pablo, luego, ¡quién sabe lo que pudiera venir luego!
-Acaba de llegar tu amigo Bruno. ¿Le digo que pase?
-Claro.
Bruno asomó la cabeza por la puerta entreabierta de forma que parecía carecer de tronco, como figura de un guiñol. Luego jugueteó con sus manos, que aparecían alternativamente, bien por la parte superior como bastante cerca del suelo.
Nora apartó la toalla a un lado, dejando al descubierto sus piernas desnudas que terminaban en el triángulo rojo de su tanga.
-¡Me gusta! Como principio del espectáculo me gusta –aplaudió.
Bruno se sentó sobre el bidé moviendo la cabeza de un lado a otro, meditabundo.
-Lo que sigues es una idea un poco descabellada.
-Me encantan las cosas descabelladas, cuenta.
-Una mezcla de Cabaret y All that Jazz.
-¡Fantástico!
-Te imagino como Joe Gideon, toda vestida de negro, el cabello teñido de rubio, con una muñequera…
-¿Y perilla?
-Y perilla, ¿por qué no?
[…]
Nora no pudo evitarlo y besó a Bruno. Notó que sus labios eran húmedos, le hubiera gustado prolongar el breve soplo, hacerlo un poco el estilo beso que le había estampado a Jandro, pero sintió que no era el momento ni el lugar ni, seguramente, la persona adecuada.
[…]
Nora lo invitó a comer. Bruno había aceptado. Le había propuesto pasar con ella la tarde, perfeccionando la idea que habían tenido. Bruno se había negado.
-Lo siento, mi niña, tenego que hacer.
-¿A esas horas, con el calor que hace?
-Lo siento, de verdad, mi niña –repitió al tiempo que movía la cabeza con cierta pena, como deseando quedarse sin poder hacerlo.
-Si quieres que te ayude…
Bruno la cortó bastante incómodo:
-No puedes ayudarme en lo que tengo que hacer. Luego, te llamo, ¿de acuerdo, mi niña?
-Pero ¿vas a tardar mucho?
-No lo sé, depende…
Bruno se marchó y ambos sintieron que algo n o había funcionado como debiera.
[…]
-¿Mi niño? –le preguntó Nora con una sonrisa capaz de enamorar a una estatua de piedra.
Piolín movió la cabeza de arriba abajo yla pidió que esperara a que el pequeño se llevara su fotografía. Los padres quisieron darle un par de monedas. Piolín, repentinamente avergonzado, dijo que no. Nora, repentinamente convertida en su agente comercial las cogió en su nombre.
-Toma, te las has ganado –dijo echándoselas en el vasito de plástico que tenía a sus pies-. Pero, dime, ¿qué haces aquí?
Bajo el enorme disfraz de cabezudo Bruno sudaba copiosamente. Ni siquiera se atrevía a mirar a Nora a los ojos.
La muchacha le estampó un par de besos.
-¿Para esto tenías tanta prisa?
Piolín-Bruno hizo  un gesto de resignación; lo había descubierto, el pequeño misterio desvelado, su intimidad al más pueril de los desnudos.
-¿Lo haces muy a menudo?
Bruno-Piolín no respondió, limitándose a respirar profundamente.
-A ver, déjame –dijo Nora cogiendo la cabeza del gran pollo y poniéndosela. A los pocos instantes gritó:- ¡Me ahogo! ¡Ayúdame a sacarla!
Cuando por fin pudo desembarazarse de aquella capucha asfixiante resopló como una foca.
-¿Este sacrificio por unos pocos euros?
Bruno le explicó lo que no debería haber necesitado explicación:
-Con la beca no tengo para nada.
Nora volvió a sonreír.
-De todas formas, te veo muy guapo de pollito.
-No se lo digas a los demás, por favor –suplicó Bruno.
-Ok. Será nuestro secreto.
Juntaron las palmas de sus manos antes de que Nora intentara abrazarlo, lo que le resulto imposible por el volumen de su disfraz.
[…]
Bruno escondía su regalo a la espalda. No lo mostró de forma normal, mira, toma, es para ti, sino que flexionó las rodillas, extendió su mano libre, los dedos estirados al máximo, como si cada uno pretendiera hacerse infinito, para enseguida chasquear dos, tres veces antes de mostrar lo que llevaba en la otra mano, un bombín de cartón con el que jugueteó haciendo como que se lo ponía en la cabeza, se lo quitaba, mostrando su habilidad, haciendo malabares.
-Felicidades.
-Te quiero, Bruno.
Nora abrazó a Bruno ocmo si quisiera fusionarse con él. En ese momento él susurró al oído:
-Tengo otra cosita.
Discretamente sacó del bolsillo un llavero del que colgaba un pollito amarillo.
-Mi piolín, para siempre, para ti.
Nora volvió a besarlo, pegando sus labios a los de él.
-Pero sigue siendo secreto –murmuró el chico tapándose la cara con el bombín.
[…]
-Eres una fiera.
-¿Os habéis puesto de acuerdo para decirme lo mismo? -preguntó Nora sorprendida.
-La fiera de mi niña –bromeó Bruno, sabiendo que esa película era una de las favoritas de su amiga.
-Como te metas conmigo te llamaré Piolín –bromeó Nora con el secreto de su amigo-. ¿Qué tal van tus cosas?
-Las únicas cosas que me importan están en esta habitación –confesó Bruno poniéndose serio de repente-. Aunque la verdad es que he conocido a un chico muy especial.
-Ajá, míralo que calladito se lo tenía –En realidad Nora no sabía si estaba contenta por la felicidad de su amigo o un poco celosa-. ¿Cómo se llama?
-Mario –Tras una pausa, con un deje de preocupación añadió:- Sólo estamos al principio y pueden suceder tantas cosas…
-Olvídate de lo que puede pasar y disfruta lo que estés viviendo.
-Eso intento.
-Y de momento tenemos el musical de Calderón ¿Te apetece?
-¡Un montón! Y sería una pasada hacerlo contigo, mi niña.
Nora apartó de un manotazo los celos de su corazón, que había vuelto a sonreír.
[…]
-Bruno, me encanta que me hayas llamado.
Silencio, una pausa demasiado larga.
-¿Te pasa algo?
Un ‘’si’… muy débil y luego:
-Me gustaría verte, ¿puedes?
-¡Claro que puedo! ¿Ahora mismo? ¿Dónde?
Quedaron donde Nora había conocido a Piolín. El Retiro estaba lleno de gente, con sus camisetas rojas, silenciosas, desoladas. Sólo algún niño, ajeno a la tragedia, correteaba bullicioso asustando a las palomas.
Nora buscó a Bruno apretando contra su pecho la carpeta que acababa de bajar de su casa.
Cuando se encontraron cada uno tuvo una expresión de sorpresa al ver al otro.
-Pero, ¿qué as hecho? –preguntó Bruno contemplando su cabello cortado.
-¿No te gusta?
-Estas guapísima. Pareces un chico.
Entonces se dio cuenta de que Bruno llevaba gafas de sol, lo que era raro en él porque nunca las utilizaba.
-¿Te pasa algo?
Bruno se encogió de hombros. Nora, con suma delicadeza, le quitó las gafas bajo las que se ocultaba un ojo hinchado.
-¿Quién te lo ha hecho?
Durante unos segundos caminaron en silencio, él como tornándose su tiempo, ella como dejándole tomárselo sin impaciencia.
-Estaba con Mario, acabábamos de salir de un bar de Chueca y al llegar a la calle Almirante, en al esquina con Hortaleza, nos dimos un beso de despedida. Mario trabaja de noche en Parla, y se iba a casa para preparar sus cosas. Estábamos abrazados cuando sentí un golpe, fuerte, como si me hubieran pegado con un palo; sonó como si se me hubiera roto el cráneo. Por un instante vi borroso hasta que supe que quien nos pegaba era un grupo de dos, tres cabezas rapadas, tatuados con símbolos nazis.
‘’ ¡Sois basura, peor que perros!’’, gritó uno de ellos.
‘’ ¡Maricones como vosotros no deberían vivir’’, gritó otro.
El tercero no paraba de golpearnos con una mano armada con un puño americano.
-¿Nadie hizo nada? –preguntó Nora escandalizada por la indiferencia de la gente.
-Todo fue muy deprisa. Luego acompañé a Mario a su casa, le habían golpeado en las costillas, le duele mucho, no se si le habrán roto alguna. A mi me pusieron este ojo a la virulé –intentó bromear Bruno.
Nora echó el brazo que le dejaba libre su carpeta sobre los hombros de Bruno y así caminaron alejándose del estanque.
-Como tu bien dices, mi niña, ¡qué difícil es vivir!
[…]
Estaban abrazados como dos enamorados, ocultos entre la hojarasca,  mientras la tarde comenzaba a caer envolviéndolos en su manto encantado.
-Te quiero –dijo Bruno.
-Te quiero –dijo Nora.
Ambos se sentían desgarrados por dentro, la historia que cavaban de compartir, el lugar, el momento, ten próximos, ajenos a que eran chica y chico o chica-chico y chico-chica, dos seres humanos, amigos, que se entendían, que se querían.
Nora lo besó, Bruno se dejó perder en su beso. Un beso sin tiempo, sin más justificación que el repentino brotar de los sentimientos.
Bruno pasó una de sus manos sobre los cabellos cortos de Nora, acarició su cabeza, descendió hasta su frente, sus cejas, que recorrió con lentitud, como deleitándose en cada percepción de aquella suavidad erizada.
Nora rozó suavemente el rostro de Bruno deteniéndose en el ojo amoratado al que besó en un leve roce, para seguidamente recorrer su mejilla buscando de nuevo sus labios.
Se abrazaron como si estuvieran en plena despedida, la última vez que se verían en su vida.
Se besaron como dos almas desesperadas y amigas, cómplices del dolor y del amor.

Recuerdo que cuando leí este libro me sentí como una Nora, y sentía que me faltaba mi Bruno, desde entonces ansié conocer a una persona como él una persona en la que poder refugiarme una persona con la que contar siempre, una persona que no me viera como una chica, sino como a un ser humano, un amigo con el que tener ese grado de complicidad. Y creo que lo he encontrado, y creo que mi Bruno eres tú…
Mi niño (L)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

DÉJAME TU SONRISA!