Hola.
Sé que a lo mejor el coche no es el
lugar ideal para escribir esto, pero lo necesito.
Aquí, a menos de una hora de mi casa,
ya echo de menos Madrid , y curiosamente lo qu em´-as echo de menso
es esa habitación que antaño pertenecía a mi abuelo, donde de
pequeñita pintaba pintaba con el dibujos absurdos. Lo recuerdo como
si fuera ayer, mientras el trabajaba en sus cosas yo hacia dibujos
que luego le regalaba a el, me colocaba en una pequeña balda que
había en su mesa que se podía sacar o guardar. En aquellos
momentos yo era la niña mas feliz del mundo, incluso cuando el
estaba enfermo, yo me tomaba la medicina con el, aun sin yo
necesitarla, claro, el enfermo de cáncer era él, un cáncer que le
mataría.
Cuando aquello ocurrió admito que no
le eche de menos, yo, bueno, yo era mayor, y lo suficientemente
madura como para saber que no podía llorar por el, porque yo se que
el no habría querido. Pero por aquel entonces no sabia lo que había
perdido, ahora no hay un día en que no me acuerde de el, si, es
posible que no sepa que día ni que año murió, no lo se, es cierto,
no se cuales fueron sus ultimas palabras ni sus últimos
pensamientos, pero sé que no hay un día en que no me pase algo que
quiera contarle, no pasa un día en que no me acuerde de cuando venia
a casa y se sentaba en el sofá conmigo a su lado.
Abuelo, que sepas que tu nieta sigue
sentándose en ese cuarto, quizás no a dibujar, pero la habitación
sigue oliendo a tu colonia, tu alma de alguna manera sigue viviendo
entre esos libros de geología, las fotografías siguen presentes,
como si nunca te hubieras ido, y a veces admito que sigo esperando
que entres en el despacho y me digas que no toque ciertas cosas o que
me lleves al rastro contigo. Ahora hay una mesa, un sofá y una
televisión que sinceramente no logro recordar si existían cuando tu
estabas allí, aunque me inclino a pensar que no.
Abuelo, todavía recuerdo algunas
escenas nítidas, MUY nítidas, como si me estuvieran pasando ahora
mismo, del día que me llevaste al rastro, no a mi hermano, ni con la
abuela, no, solos tú y yo.
Cuando me preguntaste si sabía el
nombre de esa imponente mujer montada en un carro tirado por leones y
yo orgullosa de saber la respuesta de contesté ''la cibeles'' o
cuando me compraste la medallita de la virgen del Pilar que sigo
teniendo guardada como un tesoro, o cuando (y este es el que menos me
gusta) me diste el que sería tu ultimo presente, una pequeña parte
de tu colección de minerales. Recuerdo uno en concreto que me
dijiste que era exclusivo para mi cuarto, abuelo, hoy en día ese
mineral sigue adornando una de mis estanterías, y te juro que
siempre va a adornar mi corazón.
Abuelo, te quiero.
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