6/1/12

~ABUELO!


     Hola.
     Sé que a lo mejor el coche no es el lugar ideal para escribir esto, pero lo necesito.
Aquí, a menos de una hora de mi casa, ya echo de menos Madrid , y curiosamente lo qu em´-as echo de menso es esa habitación que antaño pertenecía a mi abuelo, donde de pequeñita pintaba pintaba con el dibujos absurdos. Lo recuerdo como si fuera ayer, mientras el trabajaba en sus cosas yo hacia dibujos que luego le regalaba a el, me colocaba en una pequeña balda que había en su mesa que se podía sacar o guardar. En aquellos momentos yo era la niña mas feliz del mundo, incluso cuando el estaba enfermo, yo me tomaba la medicina con el, aun sin yo necesitarla, claro, el enfermo de cáncer era él, un cáncer que le mataría.
     Cuando aquello ocurrió admito que no le eche de menos, yo, bueno, yo era mayor, y lo suficientemente madura como para saber que no podía llorar por el, porque yo se que el no habría querido. Pero por aquel entonces no sabia lo que había perdido, ahora no hay un día en que no me acuerde de el, si, es posible que no sepa que día ni que año murió, no lo se, es cierto, no se cuales fueron sus ultimas palabras ni sus últimos pensamientos, pero sé que no hay un día en que no me pase algo que quiera contarle, no pasa un día en que no me acuerde de cuando venia a casa y se sentaba en el sofá conmigo a su lado.
Abuelo, que sepas que tu nieta sigue sentándose en ese cuarto, quizás no a dibujar, pero la habitación sigue oliendo a tu colonia, tu alma de alguna manera sigue viviendo entre esos libros de geología, las fotografías siguen presentes, como si nunca te hubieras ido, y a veces admito que sigo esperando que entres en el despacho y me digas que no toque ciertas cosas o que me lleves al rastro contigo. Ahora hay una mesa, un sofá y una televisión que sinceramente no logro recordar si existían cuando tu estabas allí, aunque me inclino a pensar que no.
     Abuelo, todavía recuerdo algunas escenas nítidas, MUY nítidas, como si me estuvieran pasando ahora mismo, del día que me llevaste al rastro, no a mi hermano, ni con la abuela, no, solos tú y yo.
Cuando me preguntaste si sabía el nombre de esa imponente mujer montada en un carro tirado por leones y yo orgullosa de saber la respuesta de contesté ''la cibeles'' o cuando me compraste la medallita de la virgen del Pilar que sigo teniendo guardada como un tesoro, o cuando (y este es el que menos me gusta) me diste el que sería tu ultimo presente, una pequeña parte de tu colección de minerales. Recuerdo uno en concreto que me dijiste que era exclusivo para mi cuarto, abuelo, hoy en día ese mineral sigue adornando una de mis estanterías, y te juro que siempre va a adornar mi corazón.
     Abuelo, te quiero.

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